El esperpento aterriza en Elche
octubre 28, 2025El cine de Chema García Ibarra y Leonor Díaz como ventana a la realidad social y cultural del Sureste español
Por Rubén Carrillo
Los robós espaciales van a atacar la Tierra mu pronto. Vienen de Nebulosa-5, el lugar más lejano del universo… Está más o menos aquí. Y un dedo índice señala al cielo en blanco y negro. Y a este plano le sucede otro del portador de este dedo mirando hacia un lugar perdido en el firmamento con la boca muy abierta y un carrito de la compra en la mano derecha junto al parking de un supermercado Lidl a las afueras de Elche. Nos vigilan desde hace más o menos cuatro mil años, y han decidido que algún día seremos una amenaza para otros mundos. Va a morir casi toda la gente. Muy pronto. No paro de decírselo a mi madre, y no se lo cree.
Así comienza El ataque de los robots de Nebulosa-5 (2008, 7’), la fabulosa y reveladora primera película de la pareja artística compuesta por los cineastas ilicitanos Chema García Ibarra y Leonor Díaz, y en esencia ahí está todo su cine: lo cósmico y lo terreno, lo lejano y lo desconocido, pero también lo cercano y lo familiar; lo que Raúl Ruiz llama la “función holística” (cinefilobar1, 2012), esa sensación de haber visto toda una película -o incluso asistido a toda una filmografía, como en este caso- en una sola imagen.
Y es que, independientemente tanto de las particularidades que definen cada una de sus películas, como de la evolución estética y formal de su obra, que podemos llegar a compartimentar en dos grandes etapas, la filmografía de Chema García Ibarra y Leonor Díaz configura, partiendo de la ciencia ficción -aspecto sobre el que habitualmente más se ha puesto el foco desde la crítica-, una representación costumbrista y en cierta forma deformada de la realidad cotidiana del Sureste español contemporáneo concentrada en la ciudad de Elche -en el corazón de la región-, situada entre la comedia y el drama (Alarcón, 2013), y contenedora, al mismo tiempo, de un componente crítico y una raíz humanista.
A este respecto, y en una conversación organizada por el Centro Cultural España Córdoba con motivo, en este caso, del estreno de la última película de la pareja artística, Espíritu sagrado (2021, 97’), García Ibarra (2022) afirma lo siguiente:
“Me interesa todo lo que tenga que ver con el aspecto humano de lo paranormal (…) la persona que ve el ovni (…) cómo son sus circunstancias vitales, qué está haciendo cuando lo ve, si ha cambiado su vida (…) si le han llamado loco (…) cómo ha reaccionado su entorno. No me interesa nada si el ovni es rojo, verde o cuadrado, de hecho me parece muy aburrido (…) Una persona con clarividencia, con posibilidad de ver el futuro (…) el hecho en sí no me interesa (…) me interesa cómo recibe a sus clientes, cómo está decorada su casa, con qué lenguaje les habla, ¿les habla de tú? ¿les habla de usted? ¿qué hay encima de la mesa? ¿qué lleva puesto? todo ese tipo de cosas (…) el aspecto humano.”
El cine de Chema García Ibarra y Leonor Díaz pone en escena, al amparo del inmenso y heterodoxo paraguas de la ciencia ficción, personajes protagonistas que se sienten solos, desarraigados y tristes en un entorno humilde, y frecuentemente hostil, árido y desértico: “¿Qué pasa si estos conceptos cósmicos que yo veo en muchos libros de ciencia ficción que me gustan, en lugar de (…) que sucedan en el futuro, o en una nave, suceden en el barrio de Carrús, en Elche?”, se pregunta García Ibarra (Bloguionistas, 2021).
Personajes protagonistas y otros que no lo son tanto: familiares, amigos y conocidos de la pareja artística u otros miembros del equipo; vecinos del entorno, la ciudad de Elche o el barrio de Carrús -barrio de la ciudad al que tanto García Ibarra como Díaz se encuentran vinculados, y en el cual se desarrolla la mayor parte de la acción de sus películas-; actores no profesionales, en definitiva, que exploran fantasías y vías de escape a una realidad específica, vinculada a un determinado territorio, que la obra de los cineastas captura, documenta y expone como ninguna otra lo ha hecho antes ni dentro ni fuera de nuestras fronteras.
En El ataque de los robots de Nebulosa-5, -un particular relato ideado, filmado y producido sin apenas medios ni económicos, ni técnicos, ni humanos-, una amenaza de destrucción masiva se cierne sobre el planeta Tierra, España y -en concreto- Elche.
Como ya he avanzado, El ataque de los robots de Nebulosa-5 constituye la primera película de la pareja artística. Comienza, además, con un primer plano protagonizado ya por José Manuel Ibarra, primo del propio director, que, de una forma u otra, aparecerá en todos o casi todos los films de la pareja, y que, de manera premonitoria, antecede el título del cortometraje encogido y empequeñecido en la esquina inferior derecha de un encuadre fijo.
Nuestro protagonista a partir de ahora aparece en escena mal sentado, con la espalda apoyada en una pared algo sucia y junto a una pareja de los típicos enchufes que afean cualquier casa y decorado; parece absorto, tiene la mirada perdida y viste una camiseta de Flash. Hay también un pequeño cuadro mal colgado, torcido, sobre su cabeza. La composición recuerda a Perro semihundido, una de las Pinturas negras de Goya. Lo tenemos todo: desencanto, costumbrismo y ciencia ficción.
A continuación aparece la imagen de un cielo algo plomizo y, al mismo tiempo, escuchamos por primera vez la voz de José Manuel -momento mágico, de culto-, que recita casi como si estuviese leyendo un texto (o un guion): Los robós espaciales van a atacar la Tierra mu pronto. Vienen de Nebulosa-5, el lugar más lejano del universo… Está más o menos aquí. Esta locución, una narración en primera persona de su protagonista, vertebra y da sentido a todo el cortometraje, y en su siguiente película, Protopartículas (2009), García Ibarra se hará valer de nuevo de una técnica similar. Sin embargo, en esta segunda pieza se producirá un importante giro de guion, y la voz se nos descubrirá al final en lugar de como un relato en primera persona, como la lectura de una carta por parte de un personaje secundario.
Después un dedo índice señala al cielo. Y a este plano le suceden otros tantos del propio José Manuel mirando hacia el infinito muy rígido, con la boca muy abierta, el cuello muy tensado, y un carrito de la compra en la mano, junto al parking de un supermercado Lidl a las afueras de la ciudad de Elche. Plano general, plano trasero y plano americano. Nuestro protagonista lleva puesto algo así como un jersey de punto decorado con las ilustraciones de unos patitos, muy mono; un jersey que podría haber hecho la madre del personaje: Nos vigilan desde hace más o menos cuatro mil años, y han decidido que algún día seremos una amenaza para otros mundos. Va a morir casi toda la gente. Muy pronto. No paro de decírselo a mi madre, y no se lo cree.
Una nave espacial de juguete decorada con la bandera de los Estados Unidos -que remite al cohete perdido de Le Voyage dans la Lune (1902) de Méliès- cruza la pantalla de manera bastante rudimentaria, dando paso a una versión alternativa del primer plano del cortometraje. Del techo caen ahora unas guirnaldas brillantes con forma de estrella y podemos leer la palabra FELICIDADES. Bajo ella, José Manuel aparece en una posición casi idéntica, pero vestido con una camisa clara algo demodé y abotonada hasta el cuello. Sobreentendemos que se trata de la celebración de su cumpleaños, pero nuestro protagonista está acompañado sólo por una botella de dos litros de Coca-Cola, otra de Champín, el cuadro de unos gaticos, y un plato y un vaso de plástico dispuestos sobre una mesa plegable. No hay nada ni nadie más.
José Manuel se encuentra entre apático e indiferente, y entonces aparece la verdad documental: rompe la cuarta pared, mira a cámara y, como si fuese receptor de alguna orden o indicación expresa por parte de alguien situado fuera de campo (entendemos que del director), emprende la acción; se sirve el Champín y la Coca-Cola y escuchamos: Lo sé desde el día de mi cumpleaños. Me regalaron la nave que ya no quería el primo José Carlos, un jersey y un aguacolonia. Después de la gran fiesta, me asomé a la ventana para ver si hacía buena tarde. Entonces recibí el rayo cósmico telepático desde Nebulosa-5.
José Manuel se muestra por defecto más bien impávido, pero en el momento de iniciar la acción exagera sus gestos, y comienzan a aparecer en su rostro muecas que expresan emociones intensas y por momentos contradictorias; unas muecas exageradas que serán seña de identidad del actor no sólo en lo que resta de cortometraje, sino en todo su trabajo como intérprete, y que en ocasiones son también remarcadas desde la puesta en escena propuesta por García Ibarra mediante el uso de planos más cortos y cerrados.
Esta pretendida, o quizás no tanto, ambigüedad, es el tono habitual que José Manuel, protagonista indiscutible del film (aparece prácticamente en todos los planos y secuencias que articulan la película), mantiene a lo largo de lo que resta de discurso, tanto en lo relativo a la narración en primera persona -una voz en off- como a la actuación frente a cámara.
Y a continuación, una serie de imágenes y sonidos asignables de nuevo a una supuesta estética del cine de ciencia ficción -resultan innegables, por ejemplo, sus similitudes con algunas secuencias de 2001: una odisea del espacio (Kubrick, 1968)-, pero capturadas, sin embargo -mediante una estrategia abiertamente low cost- de lo que aparenta ser otra pantalla.
Después veremos otro plano aberrante protagonizado por José Manuel, esta vez tendido sobre las baldosas del suelo de la que parece ser su casa, una casa normal y corriente de Elche -señala García Ibarra que le interesa el “barrio medio” (Alarcón, 2013)- con la boca de nuevo muy abierta y en apariencia víctima de un shock, como despertando de un trance.
Ví a los robós. Me hablaron sobre ellos, su mundo y su ataque. Dijeron que nada puede evitar la destrucción, pero nos daban la oportunidad de empezar de nuevo. Un lugar. Una hora. Y un elegido para salvar a unos pocos: yo. El resto del cortometraje se desarrolla, casi en su totalidad, en un amplio solar cercado por unas vallas publicitarias vistas desde atrás, y rodeado de tráfico, ruido y gente haciendo footing -el descampao de cagar los perros de al lao de mi casa, describe José Manuel-. FOLLAR!!! ES BUENO, leemos en una de estas estructuras metálicas.
El descampao es un decorado típicamente surestino -como la casa de la madre del protagonista y el parking del Lidl-, y que sin duda podría pasar por escenario post-apocalíptico. Nuestro personaje espera pacientemente el momento del ataque de los robós leyendo tebeos como La ciudad del espacio, sentado en una silla de las de bajarse a la playa, pero éste tarda en llegar.
La puesta en escena, la tipología y el tamaño de los planos, la luz, el vestuario… todos los elementos desplegados, una vez más, contribuyen a construir y dibujar la psicología del personaje; subrayan su soledad y la incomprensión a la que se enfrenta por parte de su entorno -tanto familiar como público-: Sólo algún tonto del culo, como su vecino Eduardo, o el hermano de éste, van a reírse de él de vez en cuando. Espero que sufran mucho cuando los robós les maten, dice José Manuel, en lo que constituye prácticamente un alegato contra el bullying.
Entonces nuestro protagonista intenta convencer a su madre -Carmina Esteve- y su primo José Carlos -Pedro Diez-, las personas más importantes para él, de la verdad de la amenaza. Con este objetivo, diseña una serie de ilustraciones terroríficas de los robós, para asustarles, pero lo único que consigue es que su madre cuelgue en la nevera una que le ha gustado.
Poco después lo volverá a intentar a la desesperada mediante la puesta en escena de una performance dentro de la performance, y será él mismo el que se disfrace de androide, envuelto en un montón de bolsas de la compra del Mercadona, con el rostro cubierto por una enorme caja de cartón que hace las veces de cabeza, pero también sin éxito.
El cortometraje termina con la imagen de José Manuel, una vez más, sólo en mitad del descampao, y su voz en off:
Me pongo triste durante un rato muchas tardes, cuando estoy esperando la hora del ataque. Creo que cuando no haya nadie más que yo en el mundo va a ser un poco raro, pero se me pasa enseguida. Pienso que lo he intentado, y que sin ellos no estaré tan mal. Después del ataque, habrá muchísimo que hacer en el nuevo mundo, y casi no habrá tiempo de echar a nadie de menos. Voy a hacer lo que quiera, y cuando me dé la gana.
Espero que sea hoy, por fin. Me apetece estar solo.
Sobre El ataque de los robots de Nebulosa-5 y su desarrollo narrativo, se pronuncia García Ibarra (Alarcón, 2013), exponiendo de nuevo una actitud decididamente humanista:
“Yo en todo momento intenté hacerlo teniendo en cuenta que los robots iban a atacar, y que íbamos a morir todos. O sea, que ese chico tenía razón. Me gustaba mucho jugar al tema de que lo tomaran por loco (…) pero yo quería estar de su lado (…) ese chico tiene razón, todo lo que cuenta es cierto.”
Independientemente de que nosotros, como espectadores, decidamos creer o tomar por loco al personaje interpretado por José Manuel, sí que, de manera indiscutible, percibimos en él una cierta tristeza, una sensación de soledad, y un componente de desarraigo que se construyen y expresan desde los elementos más básicos y fundamentales de la puesta en escena hasta el rostro, pasando por todo el resto de los aspectos estudiados: sus rasgos, sus gestos… En cierta forma, su desencanto resulta contagioso -y doloroso-; emociona, en definitiva, y al mismo tiempo aparece vinculado y remite al territorio y el espacio en que se contextualiza.
El SF costumbrista de Chema García Ibarra y Leonor Díaz -o “ciencia ficción doméstica”, como el primero prefiere llamarla (Martínez, s.f.)- constituye, así pues, una ventana a través de la cual asomarse a la realidad social y cultural del corazón de una región -sus habitantes, sus casas, sus paisajes, sus costumbres…-, la del Sureste peninsular, apenas delimitada territorialmente, sobre la que relativamente poco se ha escrito, y que ha sido escasas veces representada en la pantalla grande como sí misma -y no como el Viejo Oeste, el norte de África, Oriente Medio…-, pero que, indiscutiblemente, comparte una serie de rasgos “fisiográficos, ambientales e histórico-culturales” (Sánchez Escolano y Toro Sánchez, 2020, p. 76) que le son propios.
Una ventana, para acabar, minuciosa y crítica, y a su vez una representación que, ya sólo por lo inédita, permite abrir la puerta a la pregunta de si puede llegar a operar como motor transformador de la realidad social y cultural contemporánea en la región.
*Este artículo constituye una adaptación muy resumida del Trabajo Final de Máster de Rubén Carrillo para el Máster en Estudios de Cine y Culturas Visuales de la ESCAC. Se puede consultar su versión completa aquí.
Referencias
Alarcón, S. (Anfitrión). (31 de diciembre de 2013). Ataque de los Robots de Nebulosa-5 [Episodio de Podcast]. En El cine que viene. Radio 5. https://www.rtve.es/play/audios/el-cine-que-viene/cine-viene-ataque-robots-nebulosa-5-311213/2273125/
Bloguionistas. (24 de diciembre de 2021). Entrevista al director y guionista Chema García Ibarra [Vídeo]. Youtube. https://www.youtube.com/watch?v=JZY7H5Cr_ag
Centro Cultural España Córdoba. (7 de marzo de 2022). Espiritu Sagrado - Conversatorio con Chema García Ibarra [Vídeo]. Youtube. https://www.youtube.com/watch?v=Jz_1oSyJXm0
cinefilobar1. (14 de mayo de 2012). Raul Ruiz - 250 planos, 250 films.avi [Vídeo]. Youtube. https://youtu.be/z-2CK1HUrFc?si=b9iWYgS7k6FyfC4R
García Ibarra, C. (Director). (2008). El ataque de los robots de Nebulosa-5. Chema García Ibarra.
García Ibarra, C. (Director). (2009). Protopartículas. Chema García Ibarra.
García Ibarra, C. (Director). (2021). Espíritu sagrado. Apellaniz & De Sosa.
Kubrick, S. (Director). (1968). 2001: Una odisea en el espacio. MGM.
Martínez, M. (s.f.). Entrevista a Chema García Ibarra, director de Espíritu Sagrado. White Paper By. https://whitepaperby.com/garcia-ibarra-espiritu-sagrado/
Méliès, G. (Director). (1902). Le Voyage dans la Lune. Star-Film.
Sánchez Escolano, L. M. y Toro Sánchez, F. J. (2020). Las ramblas del Sureste español como medio de vida: una aproximación al caso almeriense. Cuadernos de geografía(105), 75-96. doi.org/10.7203/CGUV.105.18138










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