PUNTO DE VISTA 2025: Cuadro Negro o la representación en ruinas

marzo 11, 2025

Por Damián Sato




El proceso de filmación de un documental compenetra el cuerpo militar como un aparato que se contra-representa a sí mismo, se desviste en su hacer y con el hilo de la masculinidad que solo sabe mirar vertical, muestra las costuras con las que siguen unidas las jerarquías de poder en nuestro presente. La última película dirigida por Carolina Adriazola y José Luis Sepúlveda se estrenó en Punto de Vista, el festival de cine documental de Navarra. Aquí escribe Damián Sato, miembro del comité del Jurado de la Juventud en la última edición del festival, y explicaré mis razones para que el comité escogiera esta película como ganadora, que al final articuló incontables horas debate entre nosotras. Además de llevarse el premio de la juventud, el film arrasó en el festival con el Gran Premio Punto de Vista a la mejor película escogido por el Jurado Internacional.

Cuadro negro presenta, por medio de la representación de la grabación de un documental artístico sobre la milicia chilena, cómo los gestos sostienen la violencia estructural; son meros actos de representación y performatividad, como la vestimenta misma. El mismo proceso de filmación lleva a una documentalista a adentrarse en el cuartel para desvestir al militar y hacerle jugar a la representación a sí mismo. En este intercambio imagen-indicación, la documentalista, cansada de no poder comunicarse con sus actores, aprende a dirigirlos con la misma forma en que ellos se comunican entre sí: gritos de autoridad y respuestas cortas. En este sentido, el modo en cómo el pensamiento solo logra articularse en la brevedad de su respuesta, a cada carabinero solo le queda hacer caso a unas indicaciones absurdas. Y es ahí donde se descose el uniforme.

En el desierto, pide al pelotón de carabineros recrear una pintura en la que ocho hombres a caballo corren a gran velocidad blandiendo espadas y reclamando con gritos la victoria. En el proceso organiza a los militares en diferentes posiciones, corren desde lo lejos y gritan con demencia frente a una cámara que justifica su ridiculez, y como no es poca, se repite hasta conseguir que el absurdo se tome en serio. 

Después, entre las rejas que encierran el cuartel militar, ella escoge a un soldado varón para representar a un capitán renombrado y distinguido entre sus pares. Un capitán ejemplar para el gran aparataje militar, un viejo del que no queda más que su uniforme lleno de medallas. En el casting escoge a uno de los soldados menores, un joven que al cambiarse de uniforme es incapaz de vestirse solo, y mucho menos conversar. La documentalista insatisfecha con el casting cambia de actor por una mujer soldado, la viste de viejo condecorado y la sube sobre el caballo de hierro, una escultura remolcada por una camioneta que pasea en el desfile por las calles del pueblo. Una mujer haciendo de honorable militar. A los capitanes no les hace gracia y ella con la actitud autoritaria, propia del militar, responde -es lo que el documental necesita, se hará así y punto- la mujer performando el rol dominante sobre el militar opresor. ¿Un intercambio de roles?

Y es aquí cuando la película quiebra toda inconsciencia de representación. Se plantea al cine como dispositivo para mostrar el hacer, y además explicarlo en el propio lenguaje de representación.  La narrativa pronto se esparce al malestar que se respira en la cotidianidad, desde la violencia intrafamiliar que desplaza la protagonista de su casa, la amenaza de desaparición a la abuela por conflictos ideológicos, un cura amigo que se suicida por pederastia, y hasta al arrebatar la máscara de la identidad política al brindar por las diferencias ideológicas con la tía fascista. 

-Brindo por tu fascismo. 


Estas intermitencias que pendulan entre una mirada masculina y la subversión satírica del sistema opresor, imitando los gestos de violencia masculina desde el cuerpo femenino, el cuerpo plástico y la disección, son llevados a la puesta en escena desde una mirada borrosa. Pues a lo largo de la película, dentro y fuera del espacio de representación militar, nunca vemos a la documentalista en foco. 


La película deja desenfocados a sus personajes insinuando que, así como el foco, va mucho más allá de ella como sujeto. La película brinda una nitidez desbordante al background que sostiene a sus personajes.  La mirada borrosa de Adriazola y Sepúlveda como una denuncia al contexto masculino que se aprovecha de las relaciones de poder en el espacio público y privado. El background en foco trae a primer plano el contexto cultural que habitamos. Un decorado sobre el que se ejecuta la representación. Un telón de fondo pintado por la mirada masculina que verticaliza las relaciones de poder y ejerce la violencia sistemáticamente como estrategia única de vida.


La verdadera acción política necesita hacerse sobre el contexto cultural que nos encierra como comunidad, un telón de fondo que reprime libertades. Cuadro Negro evidencia el aparataje militar como el lugar que se desborda de lógicas violentas normalizadas en la cotidianidad. La película nos invita a cuestionar las reglas con las que la realidad funciona. A cuestionar ese background enfocado.


Nosotras no escogimos las reglas con las que queremos gobernarnos, si es que gobernar sigue siendo la palabra con la que queremos organizarnos e imaginar futuro en colectivo. Hay que rasgar el decorado en el que nos representamos colectivamente. Cuadro negro desgarra el uniforme militar y deshilacha las costuras de una representación en ruinas. 


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