BESTIA

octubre 04, 2024

Por Jordi Marcel Olivares

Bestia (2021) de Hugo Covarrubias es un cortometraje de stop-motion de la productora chilena Trebol3 Producciones, ganadora a mejor cortometraje animado internacional en los festivales Clermont-Ferrand, Annie, Quirino, Córdoba, Guadalajara, entre otros y nominada a mejor cortometraje animado en los premios Óscar. Son escasos los cortometrajes de animación realizados por una productora chilena que han tenido esta cantidad de nominaciones y premios y en las siguientes líneas se pretende dar un punto de vista que explique dicho revuelo.


No cabe duda que la evolución de la animación ha tenido una cabida cada vez más importante en los circuitos del cine contemporáneo, en buena parte dado por el gran avance tecnológico de los hardwares y softwares utilizados en postproducción y las CGI (Computer generated images / Imágenes creadas por ordenador) que ya relativizan la frontera entre la imagen capturada desde una cámara versus la creada digitalmente sin un índice que revele un nexo con la realidad que captura. Sin embargo, no se puede dejar de lado otro aspecto de la animación que ha existido desde sus orígenes, su potencial expresivo y subjetivo, tanto por la materialidad utilizada y sus propias cualidades afectivas como por las decisiones narrativas tomadas durante su realización en concordancia con el universo creado e imaginado por el realizador o realizadora, distinto al entorno que definimos como real. En el caso de Bestia, la materialidad se introduce por medio de la calidez del fieltro que representa en primer plano la comida de avión de la protagonista, representación de la torturadora de la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional) Ingrid Olderöck, a quien luego vemos de perfil como un rostro de porcelana pintada, duro, frío, limpio, brillante, rígido y frágil a la vez, vulnerabilidad evidenciada por el agujero de bala a la derecha de su rostro, espacio por el cual la cámara parece entrar, al puro estilo surrealista o Lyncheano, llevándonos a un mundo pesadillezco que presenta uno de los momentos más contradictorios en la vida de Ingrid. Proveniente de una familia nazi, y a partir de lo que Nancy Guzmán relata en su libro Ingrid Olderock: la mujer de los perros,  Olderock llegó a ser la mujer más destacada dentro de la DINA, fue la primera mujer paracaidista de Chile y América Latina, deportista de excelencia, entrenadora de perros y torturadora experta. Aún así, a pesar de su enorme dedicación por ejecutar uno de los mecanismos de tortura más atroces del servicio de inteligencia -la violación a mujeres y hombres por parte de un pastor alemán- fue traicionada por sus pares, siendo disparada en la cabeza por integrantes de la misma DINA, la cual culpó a jóvenes MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria), encubriendo así la desvinculación de Ingrid al afirmar que fue una desertora, cuando en realidad fue la torturadora más comprometida con la dictadura de Pinochet, así mismo lo afirma en su testimonio transcrito en el libro de Gómez. Si bien las causas reales del disparo en su cabeza quedan abiertas a diversas interpretaciones, Bestia se centra en dos características de la dictadura en Chile: la traición interna y el sometimiento del cuerpo de la mujer a los designios brutales de sus líderes masculinos.

Con los antecedentes presentados, y desde el punto de vista cinematográfico, se abre un gran desafío. ¿Como representar la crudeza de la tortura? ¿Es posible presentar frente a un público a una torturadora y empatizar con ella? Hugo Covarrubias responde por medio de colores fríos y una banda sonora sombría, personajes presentados como cuerpos hinchados de fieltro y rostros duros cerámicos. Espacios de cartón opaco y seco que contrastan con pesadillas dentro de la pesadilla donde la protagonista enfrenta el terror que representa el perro que entrena en un campo de pasto-alfombra. Texturas cálidas que se enfrentan a la frialdad y dureza de las cabezas vidriosas. Muñecos y maquetas manipuladas por una mano desconocida que mezclan un imaginario infantil con relatos duros de tortura, violación y cuerpos cadavéricos. Un cuerpo de mujer cosida a mano que se observa a sí misma en un espejo numerosas veces, atada a una rutina agobiante que consiste en alimentar un cuerpo animal que la domina. Mujer torturadora que observa la cordillera de Los Andes desde un avión y recuerda sus propias vivencias, con la cabeza fracturada, una grieta en la institución que ella misma colaboró en construir con la más cruel violencia. Lo único que la vuelve humana es su odio a quienes la traicionaron, a la propia DINA, convirtiéndose luego en un cuerpo femenino destruido como los que ella misma quebró.


Esta forma de representar los horrores de la dictadura por medio de cuerpos matéricos animados por el stop-motion ha resultado una forma en que las producciones chilenas han podido volver a relatar la dictadura, para la comprensión de un público extranjero y para abrir el debate sobre los personajes e ideología brutal construida en el país y que es heredada por nuevas generaciones, como las de quienes realizan este tipo de trabajos. Una tendencia que comienza con el cortometraje Historia de un oso (2014) de Gabriel Osorio y pasando por las producciones de León y Cociña, como Los huesos (2021) y su largometraje Casa lobo (2021). Volcando la tendencia realista del cinema verité a un espacio experimental que encuentra su mejor cabida en cortos animados, estos cortometrajes logran presentar un ámbito psicológico y de trauma, donde hay más espacios abstractos que concretos, cuna de un horror más verídico que se vive desde la psiquis y se vuelve una amenaza interna que no acaba.

Sin duda Bestia marca un hito dentro de esta tendencia y enseña a la sociedad uno de los tantos engranajes de la dictadura chilena en su dimensión más profunda, desconocida e inquietante.


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