CANNES 2025: Sueños y otras obsesiones

junio 01, 2025

Un diálogo con Gala Hernández sobre su último mediometraje presente en Cannes, +10k. Antes, unas palabras introductorias sobre una cineasta con preguntas e intuiciones estimulantes para empezar a revisar cómo las nuevas tecnologías están actuando sobre ciertas experiencias individuales y colectivas contemporáneas. 

Por Nicolás Gibbs y Sasha Ershova


¿Por qué Gala Hernández es una de las cineastas más estimulantes de España? Porque, quizás como ninguna otra, está llevando el cine documental al universo más oscuro de la contemporaneidad. Me refiero al infatigable Internet, ese océano de intercambios que muy fácilmente categorizamos como caótico e indefinible. Pareciera que Internet como espacio no se puede filmar, pero casi todo lo filmado está en Internet junto a nuevas especies de la imagen digital. Por eso no es extraño que las dos primeras películas de Gala Hernández usen materiales encontrados para proponer una investigación, informativa pero también poética, de diferentes experiencias internautas o conectadas con el uso de nuevas tecnologías. La inteligencia de las intuiciones de la cineasta está en descubrir experiencias subjetivas, individuales y comunitarias, que son en gran medida indisociables de las nuevas tecnologías que todos nosotros tenemos entre manos. Es una fortuna para todos. Para quien la conozca, porque su mediometraje +10k acaba de ver la luz en Cannes y ya está trabajando en una próxima película. Para quien no la conozca, porque existe la posibilidad de hacerlo. 

Se suele decir: estamos más conectados que nunca. Y sin embargo nos preocupa la atomización de las comunidades. ¿Quién usa la palabra nosotros con seguridad? Los personajes de Gala Hernández probablemente lo hagan. En La mecánica de los fluidos (2022) fue la comunidad de los hombres célibes involuntarios (incels); en For here I am sitting in a tin can far above the world (2024) fueron los adeptos a las criptomonedas y la criogénesis; ahora en +10k son jóvenes que persiguen sueños de liberación económica vinculados a una experiencia espiritual. Una de las imágenes más memorables de este último Festival de Cannes es de Gala Hernández: en un evento multitudinario donde una especie de gurú predica palabras de motivación y consejos financieros, un joven con los ojos cerrados tiene en sus manos un billete y, al igual que las miles de personas a su alrededor, performa el acto de quemar imaginariamente el dinero. Habría que sentarse a definir las características de lo religioso pero no creo que sea descabellado percibir en ese ritual una experiencia similar. Toda religión supone elementos sagrados y profanos; aquí el billete es un objeto central a todo un sistema de creencias y valores que ordenan los sueños de una juventud unida. Enriquecerse, sí, pero no únicamente. El dinero es adorado como el objeto sagrado en un imaginario colectivo de una cierta realización espiritual. 

+10k sigue a Pol Connor, un joven que participa activamente en programas de crecimiento personal y financiero mientras sueña con enriquecerse para cambiar la realidad de su familia. El verbo soñar atraviesa la filmografía de Gala Hernández y, aunque dice no buscarlo con consciencia, aquí toma absoluto protagonismo. Un “mapa de sueños” cuelga en la pared de la habitación de Pol con los objetos millonarios que fantasea para su futuro; una máquina digital genera las imágenes de su propia utopía; un Podcast refuerza sus creencias como una liturgia para el famoso crecimiento personal. El futuro domina tanto la escena que todas las acciones del protagonista están subyugadas a él: en un cuaderno anota las afirmaciones que podrán algún día, a modo de fuerza e intención, manifestarse en la realidad. El título de la película es precisamente eso, un sueño, conseguir ingresos de +10k por mes. La sorpresa de este último mediometraje de Gala Hernández es que, dejando el found footage atrás, se atreve a alejarse de la imaginación poética para documentar con una cámara los deseos de una juventud a partir de la experiencia individual. La cineasta no solo imagina el futuro de otros, sino que ofrece un rodaje para ampliar el estereotipo de los allegados a las resurgentes utopías neoliberales. Con las criptomonedas como telón de fondo, preguntarse por las aspiraciones de una juventud apegada a las nuevas tecnologías es una intuición refrescante en el cine del presente. 

(Nicolás Gibbs)




Nicolás Gibbs: ¿Cómo llegaste a Pol Connor y por qué decidiste filmarlo? 

Gala Hernández: Todo esto viene de una noticia que yo había leído y había seguido mucho en los medios de comunicación españoles que tenía que ver con el caso de IM Academy, que era una academia de educación financiera demandada por medio centenar de familias que en España se habían asociado a través de una asociación de prevención sectaria. Acusaban a la empresa IM Academy de adoctrinar a sus hijos, de que había chavales que eran menores de edad que estaban dejando el instituto y los estudios para irse a dedicarse 24−7 al trading con estos sueños de hacerse millonarios, de hacer dinero rápido y un poco este mito de hackear el sistema. 

Este caso fue un poco el inicio del deseo de hacer la película. El proceso fue quizá más parecido al de una ficción en el sentido de que yo me imaginé un personaje con una vida y luego lo fuimos a buscar a la realidad. Tenía un tratamiento de la película con un personaje que casi era un personaje de ficción porque no existía. Quiero decir, yo me estaba imaginando que encontraríamos a alguien así pero en el caso del documental normalmente el proceso es al revés, ¿no? Primero encuentras al personaje y luego tienes la película. 

Al final decidimos que la manera más sencilla de encontrar el perfil que buscábamos era contratando a una directora de casting, Berta Galván, que es especializada en casting salvaje, es decir, casting de actores no profesionales. Entonces Berta empezó a hacer un trabajo durante bastante tiempo, varias semanas de asistir a este tipo de eventos para empezar a hablar con chavales que estaban en esas comunidades. Pol de hecho fue el primero que entrevisté e inmediatamente supe que él iba a estar en la película. También porque él mismo estaba súper dispuesto desde el principio a hacerla y estaba muy entusiasmado con la idea de participar en una peli. Desde la primera llamada conmigo se abrió muchísimo, me contó toda su vida. 

Sasha Ershova: ¿Cuáles fueron las características para el perfil que estabas buscando?

GH: Lo que sí que sabíamos era que nos interesaba un perfil que estuviese metido en este tipo de plataformas de network marketing y de educación financiera, que fuese un chaval de clase trabajadora, obrera, modesta, y que tuviese una edad entre los 18 y los 25 años. Idealmente nos interesaba que también practicase este tipo de ejercicios de manifestación y afirmaciones, de todo lo que tiene que ver con la ley de la atracción. Y Pol, recuerdo que me lo dijo a los tres minutos de empezar la entrevista, me habló de esto y me enseñó su cuaderno con afirmaciones. Pensé que ese perfil que parecía ficción y me he imaginado existe en realidad. 

NG: Tus películas anteriores se limitaban a un trabajo con materiales encontrados. ¿Qué te llevó a filmar y qué significa para ti ese cambio? 

GH: Es un cambio que creo que se hizo de manera bastante natural para mí. Es verdad que al cabo de un tiempo cuando ya se echó varias pelis con este tipo de dispositivo (found footage), pues vas descubriendo los límites del dispositivo. Se van desvelando un poco los contornos de los límites y a mí me empezó a aburrir un poco la idea de trabajar confrontándome únicamente con imágenes preexistentes. Obviamente pues en el océano infinito de internet hay todo tipo de imágenes y casi da igual que la generes tú. Pero tenía cada vez más la necesidad o el deseo de confrontarme con una realidad y no con imágenes, tener que extraer imágenes de la realidad. 

También era por una cuestión de qué tipo de relación tú estableces con tus personajes como directora o director. En el caso de las dos primeras películas nunca llegué a conocer a los protagonistas y la relación que yo tengo con ellos sucede únicamente en el plano de lo simbólico. Yo nunca he hablado con Anathematic (La mécanica de los fluidos) y nunca he hablado con Hal Finney (For here I am sitting…). Entonces, el único contacto que tengo con ellos es a través de las imágenes, de mi imaginación y de lo que yo puedo proyectar de quiénes fueron. Al final me parece que es menos documental o más ficción porque yo me estoy inventando un personaje. 

En el caso de Pol, tenía muchas ganas de tener que conocer al personaje, pasar horas hablando con él y que no todo surgiese de como yo me lo imagino, sino de una fricción con lo real con todas sus dimensiones, que pueden ser o no lo que tú te has imaginado. Me apetecía establecer una relación más horizontal, una cosa mucho más participativa y activa por parte del personaje que lo que había hecho antes. Abrirme más al mundo, abrirme más a mi personaje, abrirme más a un trabajo de equipo y casi como desaparecer yo. Por eso tampoco quería trabajar con voz en off. Había una serie de decisiones ahí que creo que van en la dirección de un borrado de mí como directora.



SE: En la película podemos ver a tu equipo e incluso a tí misma. ¿A qué responde esa decisión de mostrar el proceso de creación de la película dentro de la película?

GH: Esto forma parte del mismo movimiento por el cual fui a buscar a Pol. Uno de los grandes riesgos que tienes que navegar como director, que es muy delicado, es esta cuestión de la dimensión extractivista de las prácticas documentales. Muchas veces el documental reposa mucho sobre el mito de lo observacional, de acercarse a una realidad y simplemente recogerla desde una especie de neutralidad o de fidelidad a lo real. Y luego irse de allí como si ahí no hubiese pasado nada. Habían ahí una serie de puntos de partida que me perturbaban un poco en la idea de acercarme a la vida de un chaval de Segur de Calafé, yo que vengo de Berlín o de París y no tengo nada que ver con su contexto.

Me torturé mucho con cómo inventar un dispositivo que intentara a toda costa evitar esto. Evitar que Pol se sienta manipulado, que nosotros lleguemos a esta extracción de un valor, un capital simbólico de la vida de una persona. Al final fue una relación de amistad porque en el tiempo de fabricación de la película, que al final duró dos años y pico, nos tomamos un montón de cariño.

Entonces el dispositivo de esta dimensión meta que tiene la peli, de ver el backstage de la película, ver al equipo y desvelar las costuras del dispositivo, respondía primero a que la relación entre Pol y yo quedase mucho más clara. También la dimensión lúdica del proyecto; al final Pol se lo tomó como un juego y nosotros también. Durante el rodaje hubo muchos momentos muy lúdicos, muy divertidos, muchas de las escenas que hay son improvisadas. Nosotros lo que hicimos con el rodaje fue también acompañar a Pol en la exploración de sus propios deseos y de sus propios sueños. Respondía un poco a esto, a la dimensión de qué tipo de horizontalidad discursiva se podía establecer con Pol.

NG: En tu filmografía la voz en off enuncia sueños que en general aparecen en relación al futuro. En este caso, Pol habla directamente de sus sueños. En una escena está sentado en un set con una pantalla verde y ensayan un imaginario de sus fantasías. ¿Qué lugar tienen los sueños en tus películas y de dónde viene la idea de generar las imágenes de los sueños de Pol? 

GH: Es muy gracioso porque lo de los sueños eres la segunda persona que me lo dice. Cuando me lo dijeron por primera vez no me lo podía creer. La peli que estoy montando ahora va explícitamente de tecnologías de ingeniería de los sueños. Pensé, Dios, estoy todo el rato haciendo la misma película y no me doy cuenta. A veces hay obsesiones del director que se acaban colando y ni siquiera te sabría explicar muy bien por qué.

Creo que me interesa por esta idea del futuro. Hay dos tipos de sueños: están los sueños nocturnos y los sueños diurnos, el sueño como sinónimo de ambición o de planes de futuro, lo que te gustaría ser. Creo que me interesan ambas cosas, pero sí que hay que hacer una distinción porque no es exactamente lo mismo. No es lo mismo el sueño en La mecánica de los fluidos que los de Pol, que son sueños conscientes. 

Quizá porque yo misma vivo muy instalada en el futuro, me interesa un personaje que se proyecta, tiene unas aspiraciones y lucha por esas aspiraciones con determinación. En el caso de Pol, era algo que me enternecía mucho y que me emocionaba mucho. Y de alguna manera hay algo muy brutal, quizá por la distancia que hay entre sus sueños y su realidad, que es bastante profunda. Esa determinación parece aún más heroica. Hay algo del Quijote. El Quijote también es un personaje muy interesante por cómo no distingue la realidad de la ficción. Hay una especie de indistinción de vivir en un mundo imaginario un poco desconectado de la realidad que creo que en Pol también está bastante claro.

NG: Los sueños tienen mucho que ver con el deseo personal pero aparte están rodeados de un discurso económico, de ideas de enriquecimiento. En un momento genial de la película vemos un evento en el que una multitud cierra los ojos con billetes en la mano. Allí comienza a aparecer una lectura más espiritual de la comunidad, casi religiosa... 

GH: Sí. Yo siempre digo que soy atea pero me gustaría no serlo. Me gustaría mucho tener un sistema de creencias, no ser tan materialista. Hay algo en las religiones que no solo te puede servir como una serie de instrucciones de cómo vivir. Todos tenemos fantasías de que nos digan un poco cómo vivir. Pero también es muy reconfortante en el sentido de tener una comunidad. La dimensión de la comunidad es súper importante en el caso de estos chavales. La gente piensa que ellos fetichizan el dinero, que sólo quieren hacerse ricos y millonarios. Mi experiencia con los chavales que yo conocí haciendo la peli no es así para nada.

En la peli hemos intentado que esto quede claro, una dimensión gigante de por qué están haciendo lo que hacen. Un factor muy esencial y muy fundamental es la búsqueda de una comunidad, el tener un entorno de iguales, de pares que te acompañan. El sistema también les ha llevado hasta ahí porque son chavales que a lo mejor han abandonado los estudios o no han hecho estudios superiores, viven vidas bastante precarias, con un tejido social a su alrededor muy frágil. Entonces, hay una dimensión muy importante de sentirse acompañado, de buscar una identidad en esa comunidad y hacer cosas en grupo. 

Efectivamente, puede parecer una misa porque al final las religiones históricamente nacen para unir a los pueblos. Hay algo de religión en el mejor sentido. No digo que el capitalismo sea positivo, pero creo que la dimensión de la comunidad y de vivir juntos es positiva. Lo que es criticable es que el capitalismo ha atacado de manera tan fundamental los espacios compartidos y los espacios públicos. Esa función queda relegada a empresas privadas de desarrollo personal. Es una consecuencia de un mundo en el que estamos muy a la intemperie. Muy solos, muy aislados y en el que los momentos de comunión son cada vez más raros. Las raves, las fiestas, la cultura de los clubs y todo esto en los jóvenes también tiene que ver con buscar moverse al mismo ritmo o hacer algo juntos que es muy reconfortante en el mundo en el que vivimos.

SE: Tu último pensamiento está muy conectado con el pensamiento de Mark Fischer. Él habla del night club como una religión de la gente moderna y que se construye cultura a través de él. Hay también una nostalgia de un futuro que nunca puede aparecer, del deseo de crear un mundo mejor y, sin embargo, no tenemos nada. Tus películas tienen una tristeza muy grande, con personajes que siempre hablan directamente de estos temas alrededor de la melancolía y la nostalgia… 

GH: Sí, es verdad que Anathematic y Pol tienen en común una posición relativamente en los márgenes y crítica del sistema. Me hace mucha gracia porque Pol y yo coincidimos mucho pero desde sitios muy distintos. Estamos de acuerdo en la constatación de que el sistema no funciona, de que el sistema es fallido, disfuncional y hay que cambiarlo. Donde están nuestras diferencias es en las salidas que vemos al sistema o las soluciones posibles. Por ejemplo, Pol piensa que pagar impuestos es un robo. Pero sí que me interesa esta dimensión de los personajes abandonados o desencantados con el sistema. Pol es un chico que tiene mucha melancolía. Él no es capaz de contarla pero la tiene dentro, quizás por su pasado, por su historia familiar y lo que ha vivido. Él va cargando un peso emocional y melancólico, así como una mirada muy melancólica sobre el mundo que también encuentro en mí. Mis pelis sí que tienen tristeza, pero al mismo tiempo también hay cierto humor. Hay cierta ironía o ligereza. Tomo mi nihilismo con cierto sentido del humor. Creo que mis pelis sí que tienen estas dos capas, que coexisten en general.


NG: Pensando en tu práctica como cineasta y en relación al contexto actual de las múltiples pantallas que exceden al cine, ¿qué te llevó a investigar el mundo de Internet a través del cine?

GH: Todo este interés por este tipo de cine me viene por la academia y la investigación. Yo empecé una tesis doctoral que luego abandoné sobre la captura de pantalla del cine post internet. Es muy interesante porque toca con lo que decíamos antes de la comunidad. Hay algo que une la muerte de Dios, la muerte de la espiritualidad con la muerte del cine o la transformación de las salas de cine y nuestras prácticas como espectadores. Hay una pérdida del cuerpo social, de sentarnos juntos a experimentar una película en grupo. 

Este tipo de cine del que hablas tiene que ver con esto, con el cine como un medio que viene de esta tradición de la masa, de la multitud, de la muchedumbre y del cine como una práctica colectiva. Lo que está pasando ahora es que nuestra relación con las imágenes es cada vez más individual. Estamos confrontándonos con imágenes todo el día, pero en pantallas muy pequeñas. Hemos perdido el cuerpo social y ahora somos cada vez más un cuerpo atomizado, un cuerpo individual y desconectado del resto. Entonces, se trata de ver cómo el cine con su tradición, sus recursos y su lenguaje puede producir sentido a partir de estos nuevos medios digitales: Internet, móviles, plataformas, redes sociales, etcétera. Son los medios del siglo XXI contados por un medio del siglo XX, intentando explicar una serie de experiencias que el propio medio no puede dar. 

Es decir, como internauta o utilizador de internet no tienes la capacidad de percibir o darle sentido a una serie de cosas que están pasando ahí por estar demasiado cerca, por estar tú metido en esa actividad, en esa experiencia inmersiva de las redes. Creo que el cine sí puede mediar para ayudar a traer esa distancia crítica necesaria sobre este tipo de existencias virtuales y experiencias en red. El cine sí tiene esta capacidad aún de ser una herramienta crítica que nos sirva para pensar el mundo y es súper necesario hoy más que nunca defenderlo frente a este ataque de las micropantallas. 

Ahora me he puesto una aplicación que me limita el tiempo que puedo estar en el móvil. Me bloquea el móvil. Y me encanta, es increíble. Mi objetivo en la vida ahora mismo es dejar de utilizar Internet. Esto sería para mí la panacea. El tiempo que me roba Internet, quiero dedicárselo a leer libros. Es que hay que volver a leer.

You Might Also Like

0 comments

Dejar un comentario

Contáctanos

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *