D'A 2025: Desmontando un relato estándar

mayo 12, 2025

Por Juan Pablo Martínez

Siempre existe el anhelo de volver a las raíces, ya sea para ver los cambios y progresos en el lugar donde uno creció o, al contrario, para encontrarse con espacios y personas que parecen haberse detenido en el tiempo. Salomé (2024) de André Antônio parte precisamente de esa dualidad, explorando cómo los espacios y quienes los habitan se convierten en testigos del crecimiento de una figura central. Para Cecilia (Aura do Nascimento) el regreso a su ciudad natal en Recife se convierte en un acto de confrontación con su pasado y, al mismo tiempo, en una reafirmación de su identidad. Desde el inicio del largometraje, Cecília irradia empoderamiento: su lenguaje corporal impone con fuerza su presencia escénica. Efectivamente, a lo largo de la película su cuerpo se convierte en el centro de una serie de vivencias donde se trabaja sobre la fisicidad y lo gestual. 


Ganadora del premio Talents x ESCAC, Salomé está protagonizada por un personaje queer que, en su reencuentro con el pasado y la reafirmación de su identidad, desarrolla una trama romántica. El enamoramiento de Cecília hacia su vecino João (Fellipy Sizernando) permite liderar una exploración social en torno a las identidades de género en la que la historia de amor entre los personajes se levanta como un gesto contracultural frente al paradigma normativo de las relaciones heterosexuales “perfectas”, tan comunes en la historia del cine. En ese sentido, la interpretación de Renata Carvalho sostiene con solidez la carga política de un relato que trabaja sobre las estructuras sociales que aún restringen la diversidad en contextos latinoamericanos. Salomé propone una narrativa queer libre de imposiciones que rompe con los estereotipos establecidos planteando que el amor en todas sus formas debe surgir con autenticidad y sin la necesidad de ser validado por una sociedad regida por la discriminación. La libertad sexual y emocional no solo es un derecho individual, sino un acto político ineludible, tanto en la vida como en la representación cinematográfica.

La presencia de un psicoactivo en el relato es la fuente de una atmósfera visual y sonora psicodélica. En todo caso, el uso expresivo del color verde nace de esa sustancia y se convierte en un leitmotiv visual de una puesta en escena que trabaja sobre la mutación de la percepción y el estado emocional de los personajes. El uso de encuadres simétricos y ralentizaciones que aportan una sensación de tiempo suspendido se complementa con una música electrónica: el ritmo intenso del beat combinado con la imagen contribuye a crear una atmósfera densa, sensual y envolvente donde el amor, las drogas y el deseo se funden en una experiencia sensorial. En ese sentido, Salomé es arrolladora, vibrante y arriesgada. Es un film de estética extrema y conmovedora que exige ser visto con atención para captar cada uno de sus matices. Imágenes cargadas de intensidad visual garantizan una experiencia que no dejará indiferente a ningún espectador con lo que presenciará ante sus ojos.

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