Quiero dejar de soñar con pantallas
octubre 04, 2024Desde que la Guerra del Golfo marcó un quiebre en cómo las imágenes se transformaban, en palabras de Harun Farocki, en “imágenes para destruir humanos”, y entrábamos en una nueva era de la información, parece inquietante pensar en ellas.
Es básico que una amalgama de imágenes nos dicte el contexto de algo. Pero ese algo tiende a quemar cuando la tinta de las impresiones de un periódico se torna defectuosa. El defecto parece quirúrgico: se sobreexpone, es indescifrable, ¿carece entonces ello un contexto? Para Camilo Restrepo, es así. Impresión de una Guerra (2015) es equidistante al conflicto armado colombiano, sin embargo, tan vinculante como desconcertante es su misterioso objeto investigativo. La tinta sobrante de la imprenta, que acaba como papel envoltorio para madurar frutas y verduras, también es la tinta que marca la piel en un tatuaje, o la tinta que deja huellas en los muros de las calles, trazando para muchos compatriotas (incluyéndome) una obviedad: el exceso de imágenes del conflicto armado. Ahí radica el vínculo para Restrepo, en tanto seguimos siendo bombardeados por formatos y pantallas.
El motivo es residual al tejido, a la dermis, al pigmento que desborda trazos de materialidad, uno tan político como el que nos recuerda constantemente ser testigos de una cicatriz que no termina de sanar a hechos tan puntuales y vivenciales de nuestro entorno país. Prolongar la mirada del combatiente/combatido es parte del espíritu farockiano de las imágenes operativas de Impresión de una Guerra. Fuera de nuestro alcance de descifrar una conveniencia visual, se transforma la carencia de humanidad en píxeles inconexos que convenientemente determinan una narrativa, a priori, resultadista. Más allá de lo real, la representación digital pixelada se toma como fiel porque es ideal al hecho. No se cuestiona el origen de la herida, de la marca defectuosa.
Impresión de una Guerra es inmóvil porque diezma una realidad que parece ajena, pero queda a medio camino de descifrar la misma, en tanto limitada por el tiempo y la incoherencia. Sin embargo, demuestra que la tinta, como la visualidad, se queman.
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