La Cinétika del Arrebato

enero 31, 2025

 Por Damián Sato


Hace unos meses, entre discusiones del cine joven español como espacio en el que nacían los cimientos de una contracultura que se abría paso entre las salas de cine, hablamos de Iván Zulueta y Almodóvar, como dos caras de una misma moneda, que, con sus grandes ejercicios cinematográficos, logran captar el movimiento juvenil que acecha la realidad como dos huracanes que se contradicen. Días después, y aún sin ver más que un fragmento de Arrebato (1979), la película de Iván Z, anuncian su proyección en La Cinetika, un espacio de Barcelona que ha transformado la realidad de un barrio entero desde la ficción colectiva.


Con el tiempo encima mío, iba volando con mi bicicleta hasta Fabra i Puig, andaba tan perdido como la misma película: su escritura oblicua y poética da rienda suelta a las imaginaciones en la sala. Cuando llegué a la Cinétika entré con la bicicleta hasta el fondo del multicine okupa, atravesé un gran espacio con sillones, comedores, gimnasio, zona de juegos y librerías comunitarias. El camino me lo sabía, pero nunca había parqueado dentro. Busqué la sala 10 y sin dar muchas vueltas entré. Al sentarme en una de estas sillas gigantes y ver la proyección en la pantalla inmensa, recordé el gran lugar al que había llegado. El multicine okupa, anticapitalista, autogestionado y feminista del barrio Sant Andreu. Un espacio casi imposible para este parque temático gigante. Nuestra Barcelona tardo capitalista.

Por un lado, el huracán de lo punki-cuir se desfasa en la puesta en escena de las primeras películas de Almodóvar. Cuando Pepi, Luci y Bon combaten el abuso policial masculino con la erotización de la violencia que el mismo machirulo ejerce, rompe con tantas normas de representación que da voz y acción a una juventud disidente a la que él mismo pertenece, y así llena de risas todas las salas de cine. La película que en su final nos devuelve al orden estricto del masculino como primer sexo, nos permite ver, ahora desde una lectura subversivamente sexual, captar la esencia del espíritu juvenil de la movida madrileña, que por el contrario Zulueta se debate entre grabaciones de sí mismo mientras duerme.

La película dirigida por Zulueta incendia el bosque de la memoria con las posibilidades tecnológicas que ofrece el celuloide. Un tipo que habla poco y dice mucho, consigue un temporizador automático para su cámara de super 8. Con su juguete nuevo caza el tiempo de las cosas, revela la película y de un solo arrebato presencia la vejez del mundo. Y mira que es viejo. Luego, leyendo el cine contemporáneo que nace sobre las ruinas del presente que habitamos, me encuentro con Natalia Vasconcelos hablando de su última película autobiográfica ficcional, La metamorfosis de los pájaros, y nos dice: «esta película es un hogar para los fantasmas y para sus recuerdos. [...] Pero también sobre un determinado periodo histórico que yo no había vivido: tan distinto del que vivimos hoy y que tenemos el deber de no olvidar. Es un gran privilegio vivir en libertad.»

Sala de proyección 4k de la Cinetika



Un gran privilegio vivir en libertad. Miro los bordes de la pantalla y recuerdo el proyector 4k que hace poco adquirió el espacio, pienso en la potencia sonora que tiene la sala y después, en la comunidad tan bella que se ha ido gestando desde hace 10 años, que se ha encargado de restaurar y cuidar cada rincón del espacio como la casa misma. En el 2016 empezó la ocupación del multicine, desde entonces ha sido un sueño colectivo cargado de futuro, siempre amenazado por el desalojo sin aviso. Cada actividad que se hace en la cinetika se articula por medio de la taquilla inversa, una estrategia lejos del marco capitalista. Invita a la comunidad entera a participar de las actividades sin que el dinero sea un medio de acceso. 

Dentro del multicine, se encuentran 10 salas de proyección con las que antiguamente operaba el edificio, hoy hay habilitadas dos para ver proyección de películas, una sala habilitada para conciertos, otras para talleres de cerámica, dibujo y pintura. En la planta baja está el gimnasio comunal al que hay que entrar sin zapatos, una zona de juego para niñxs repleta de juguetes, cojines y artilugios fantásticos; La zona de contención contra todo tipo de agresiones sexuales, un panel reservado para la educación y terminología de las disidencias sexuales, un espacio para entender el nuevo lenguaje con el que nos relacionamos hoy. Una tienda sin precios, llévate lo que necesites y deja lo que quieras compartir. Es el espacio para reunir la comunidad de vecinos, gestionar el movimiento cultural del barrio, abrir el banco de alimentos para quienes lo necesitan. Y una cena deliciosa cada viernes en el comedor comunitario después de la proyección de la película. Para participar solo se necesita asistir y ofrecer tu ayuda, sea en metálico, cortando pan, lavando una olla extra, barriendo, sirviendo con generosidad a la gente que te rodea. La autogestión del cine permite una programación diversa, arriesgada y sobre todo joven, llevando a la gran pantalla desde grandes clásicos, el cine más punki, experimental, oblicuo; una programación de la A a la Z, de Almodóvar a Zulueta.

Hoy, me pregunto qué hubiera pasado si leyéramos al revés, si hubiera sido el misticismo de Z el que se pasea entre las salas y la pantalla, y no la tragicomedia social del sello Almodóvar ¿Hacia qué lugares hubiera avanzado la cultura si Z hubiera hecho tantas películas como A?




Incluso, si redujéramos la filmografía de A al primer largometraje ¿Podríamos imaginarnos títulos y títulos de películas que corresponden al mundo oblicuo que empieza por Z? Donde la oscuridad que habita en cada cuerpo se percibiera a plena luz del día, salir del pragmatismo moral y distanciar la mirada de la simulación social que nos constriñe día a día ¿Coexistiríamos con mayor naturalidad con las imágenes espectrales? ¿Se habría suicidado Fisher? o ¿Los espectros de la historia le hubieran matado antes? ¿Hubiera nacido el pensamiento espectral de las imágenes o viviríamos en él? ¿Cuántas depresiones nos hubiéramos ahorrado en el mundo si las películas y las fantasías empezaran por Z?

Hoy, con tan solo salir al supermercado y habitar unos minutos el espacio público de este gran Disneyland, nos damos cuenta cómo las promesas de un modelo económico basado en el dolor sistémico de los que menos tienen y de los que menos brillan, están cada vez más rotas, solo hay promesas rotas.  Cómo la extracción de litio que fractura chile y el continente entero, EEUU deportando inmigrantes como reos, Holandeses presumiendo antirracismo pintados de blackface, mossos d esquadra desalojando la antigua Massana del Raval, y quien sabe cuándo, se aparecerán por la Cinetika. Ojalá nunca.

Mientras seguimos levantándonos creyendo que esto algún día va a cambiar, hay que seguir en la disidencia, asistir a las películas y dejar uno que otro peso, barrer o ayudar con lo que se pueda. Asistir a la sala, una vez más con el corazón en la mano y hacer parte de la comunidad que revitaliza y mantiene vivo el corazón de Sant Andreu, aunque sea de arrebatos, al último viejo del abecedario de la tristeza. 

Gracias Zinetica. Por otros 10 años de resistencia

  




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